Éste es un primer texto de estética en mi obra de arte, y es sobre la frase de Schopenhauer: "El principio último de la realidad no es racional ni divino, sino una voluntad ciega irracional e insaciable. Esta voluntad se manifiesta en el deseo humano y es su perpetua frustración. El sabio es aquel que apaga el deseo, que se distancia del mundo, como el asceta y el artista". Esta frase aparece en el libro El mundo como voluntad y representación.
Lo primero que pensé fué en Gilles Deleuze que dice que pensar no es representar sino modelar el mundo a través de rizomas, y esos rizomas son caóticos. Y también pensé en Siddhartha y su idea de controlar el deseo. Son dos fuerzas que se oponen, como en Nietzsche, lo apolíneo y lo dionisiaco.
Con respecto a mi trabajo, mi idea ha sido siempre "actuar por instinto", la sexualidad, el placer, los procesos volitivos e incluso los ritmos circadianos. Me falta explorar a Alain Badiou quien aparentemente tiene un texto sobre arte y sexo, y a George Bataille quien desarrolla el tema del sexo y la muerte. Yo lo identifico con vivir al límite, como conducir a toda velocidad con una actitud suicida.
Sin embargo, hay una clara diferencia en mi producción artística, antes y después de la menopausia, como si esa pulsión creadora del deseo, que se abre paso con furia en la vida, se hubiera esfumado de repente.
En décadas anteriores, desde el 2005, estuve entrando y saliendo del hospital por un trastorno bipolar, la bipolaridad tiene dos fases, la maniaca y la depresiva, y es una enfermedad crónica. En mi caso tiendo más a la manía que a la depre. En esta fase maniaca hay un aspecto que es preponderante, la sexualidad desbordada, sin control. Esa misma pulsión que causa una especie de pasión compulsiva al momento de crear, una sensación de sentirse Dios procreador.
La procreación es sin duda uno de mis temas vitales, soy mamá con mayúscula de 3 hijos y soy madre cabeza de familia. Incluso noté, que durante el proceso de la menopausia sufrí un embarazo imaginario y engordé con la barriga como si esperara un hijo, fué el último influjo de la sexualidad en mi vida, de ahí en adelante, he padecido de una sequedad creativa que se niega a ser racional y que sumada a la ingesta de medicamentos que controlan las emociones hace poco viable la continuidad de mi proceso creativo. Luego esta disquisición ya no es un tema particularmente importante en la descripción de mi obra que siempre estuvo caracterizada por ser vitalista en su origen.
Seguiré al tanto del proceso para ver qué hay de cierto.