Ligado a los procesos volitivos de la sexualidad y la fecundidad están los procesos de embarazo, parto, maternar y crianza. El proceso de embarazo es un periodo de latencia en el que todos los elementos se van organizando para dar como resultado la reproducción de un humano similar al original, con todas sus partes, lo mismo que la obra de arte organiza todas sus formas para dar como resultado un producto que se va a parir. El parto es el momento culmen de este proceso creativo, en el que la forma resultante sale al mundo con la necesidad de ser maternada, sometida a un proceso de nutrición a través de un calostro nutricio que la hará crecer y consolidarse. La crianza es el proceso de socializar la obra, de ponerla en contacto con el mundo, de establecer relaciones simbólicas entre productos creativos, y entre la criatura recién nacida hasta sus 5 años o más y todas estas reproducciones de la realidad a través de los productos creativos. Todo con la idea de fortalecer sus procesos de crecimiento y estructuración. En este sentido, y en mi caso, la producción de obras de arte van más allá de la producción misma del objeto, el texto, el video, el happening, y se convierten en calostro fundamental para la formación de los hijos. Estos procesos tomaron ciclos de 7 años, el mismo tiempo que hay entre un parto y otro, y fueron 5 ciclos de 7 años, relacionados con mi propio proceso de formación, crecimiento y consolidación como artista. Ya son más de 30 años de trabajo ininterrumpido. Son pues etapas caracterizadas por la producción de estos caldos nutricios para la alimentación de la familia. Las obras así vistas se convierten en experiencias, happenings íntimos, que no van al mercado del arte sino que son utilitarios dentro del proceso de crecimiento de los hijos. Son productos para ser consumidos en casa y que cobran su interés en la medida en que puedan ser procesados por la familia. Recientemente este modelo entró en crisis por la madurez de los hijos que cambiaron el formato a uno en el que ya no se necesitaban más caldos nutricios de la madre sino que se convirtieron en una propuesta desde sí mismos de lo que debía ser la estetización de las experiencias en familia y que más bien tomaron un criterio de producción hacia productos más sólidos, menos simbólicos y precarios, que van desde la remodelación de la casa misma, del espacio que antes era taller y museo, hasta la producción de alimentos que desde la culinaria, proponen todos los aspectos necesarios para la adecuada nutrición real de la familia, que sean nutricios sin su aspecto simbólico y de representación. Alimentos sin más, preparados por sus propias manos y ofrecidos a la madre en contraprestación, ahora que ha terminado su capacidad reproductiva. Estos cambios sustantivos modifican el ritual dentro del hogar y el motivo de los happenings o estetización de la experiencia familiar. Y así se cierra el círculo, no solo como acto de entregar, sino como actitud de recibir, incluso pequeños happenings de cuidado a la madre envejecida.
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