Esos tiernos cuidados de los hijos en los que el receptor de la obra de arte se convierte en emisor de mensajes de aliento y de apoyo. Pero entonces ya no puedo hacer las cosas como se hacían antes. La remodelación del espacio supone una ruptura, un antes y un después en el modelo de estetización de la experiencia vital de la familia, así como los cambios en la gastronomía suponen una oportunidad de avance y exploración. Puede ser como antes pero al revés, ahora ellos proponen y mientras yo hago aquí un dibujito, devolviéndome al parvulario, así los escucho de fondo como los adultos que son. Una madre empequeñecida cuyo rol y función ya no es el mismo, incluso como productora de imágenes que ya no van para el caldo nutricio de la familia, y mucho menos para el mercado del arte, esa nunca fué su función. Un poco menos productora y más receptora de contenidos, una experiencia de la vida y la cotidianidad mediada por la edad que ahora me saca a un segundo plano al no estar en capacidad de reproducirme. La madre y la mujer! Porque como mujer, al no poder acceder a la sexualidad, el entorno me convierte en una maraña de sesos sin emocionalidad y sin sensualidad. Habrá que ver.
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